Reflexiones sobre la propiedad privada en la reconstrucción de Cuba Por Ricardo E. Calvo MD Ph.D.

Reflexiones sobre la propiedad privada en la reconstrucción de Cuba





Por Ricardo E. Calvo MD Ph.D.

Guaracabuya


Entre los temas que tomarán preponderancia durante la transformación de la actual sociedad marxista cubana en un futuro cercano será el de la reinstauración, garantía y perpetuidad de la propiedad privada.

Sin intención de despertar en la mente de muchos recuerdos de antaño, me atrevo a decir que el tema de la propiedad privada deberá ser considerado como parte integral de las innumerables medidas que se tomarán para dejar atrás al sistema socialista imperante y este tópico resurgirá inexorablemente, por más que en la actualidad se encuentre relegado a niveles secundarios y sea a menudo ignorado en la mayor parte de las agendas y plataformas políticas tanto de la organizaciones opositoras como de las disidentes.

No existe concepto más controvertido en el ámbito de la filosofía política que el de la propiedad privada. Aunque indispensable para algunos, ésta provoca ansiedad y repudio en otros y, sin embargo, la mayoría ignora las consecuencias vitales y fundamentales que acarrea su existencia o su ausencia.

Por varios siglos se han discutido los principios filosóficos e históricos que pueden justificar el origen y la existencia de la propiedad privada. El propósito aquí no es necesariamente explorar o ahondar en tales tópicos apasionantes sino más bien apuntar y ponderar lo que se deriva de su menoscabo total o parcial.

Si nuestra meta es lograr en Cuba una sociedad donde cada ciudadano disfrute en plenitud de la posibilidad de guiar su propio destino al amparo de un Estado de Derecho entonces no tenemos otra alternativa que reconocer sin titubeos que la propiedad privada debe ser el eje indispensable y único para que cada cubano en el futuro pueda disfrutar y expresar sin menoscabo su individualidad, sus virtudes y sus libertades humanas dentro de un clima de prosperidad económica.

Cada uno de nosotros es un individuo. Todos los seres humanos tienen un gran elemento de individualidad -- si no fuese así todos seriamos idénticos y el comportamiento de cada uno seria predecible una vez que cualquier ser humano fuese conocido por algún agente "extraterrestre". No hay formula o sistema que pueda predecir las acciones de los humanos.

Reemplazar totalmente a un ser humano es difícil - de otro modo nuestro desarrollo psíquico sería diferente y sabríamos de antemano como pensaría y reaccionaria la otra persona ante cualquier condición imprevista surgida en el medio ambiente. Los humanos poseen la facultad de raciocinio y dependen de poder ejercerla como tal para lograr sus propias metas.

Sin embargo, contrariamente a la opinión de algunos, tener individualidad propia no nos separa o aísla necesariamente de los demás. Es evidente que no somos iguales y poseemos un gran sentido de nuestra individualidad. Para desarrollarla y tener consciencia de la misma, debemos poder formular juicios y opiniones acerca de los elementos con los que tenemos que interactuar en todo momento. Pero esto no es suficiente si no lo podemos expresar.

Debemos ser capaces de manifestar la individualidad que reflejen nuestros pensamientos y pareceres y por lo tanto es imprescindible implementarla de una manera libre y muy propia. Cada uno de nosotros debe poseer la capacidad de formar juicios independientes y efectivos en cuanto a nuestras vidas y a qué hacer con los mismos. Nosotros somos los iniciadores de nuestro comportamiento.

Si por alguna razón permitimos que avasallen, total o parcialmente, nuestro individualismo debe ser con el consentimiento unilateral de cada uno de nosotros -- de manera consciente y voluntaria pero nunca en nombre de la "colectividad". Si uno reconoce el valor supremo del individuo, entonces para que la colectividad o la sociedad pueda considerarse justa, debe hacer hincapié en la ausencia total de la fuerza coercitiva que tenga como fin doblegar a la persona en sus acciones o pensamientos.

Hay que notar que en aquellas sociedades donde predomina el individualismo se tiende a dejar a un lado los atributos de "clases" sociales y se soslaya el hecho de pertenecer a alguna en particular.

Dado lo anteriormente señalado, entonces debemos preguntarnos cómo se logra que cada uno de nosotros exprese y sostenga su individualidad. ¿Qué es indispensable para lograr tal propósito?

Hoy en día prevalece todavía en el mundo, y sobre todo en círculos "intelectuales" y universitarios, la idea de que cada uno de nosotros no somos individuos sino parte de "algo mayor".

En ellos se insiste en inculcar a las personas el concepto de que debemos dedicar nuestra existencia a "algo de mayor importancia" que nuestros propios deseos e ideas y que si no lo hacemos entonces nos encontraríamos fuera de lo ordinario y deberíamos sentir culpa por ello. Si aceptamos sin objeciones la idea de que cada uno de nosotros somos parte de "algo más importante" que nosotros mismos y que tenemos obligaciones con ese "algo", entonces tácitamente somos propiedad del mismo.

Desde ese punto de vista uno llega a creer imperceptiblemente que existe la obligación de seleccionar como metas de nuestra vida aquellas que sean compatibles con propósitos altruistas que beneficien a todos los seres humanos, aunque esto implique ser emplazados en situaciones contrarias a nuestros ideales, pensamientos y deseos.

Estas insistencias constituyen una de las tácticas más coactivas que proponen aquellos que de alguna forma se consideran dotados de características otorgadas por fuerzas superiores para guiar a otros mortales en su paso por la vida.

Muchos hablan de las necesidades de "la humanidad" y de "la colectividad" como argumento para elevar al "grupo" a un plano superior a aquel del individuo y simultáneamente concederle a una serie de dirigentes la función privilegiada de ser "proveedores benevolentes", opacando así la iniciativa de ayudar al prójimo necesitado de manera individual y voluntaria.

No hay nada malo en la filantropía, pero esta no es necesaria para santificar a los individuos que la hacen posible. En muchas ocasiones se ha dicho que la máxima satisfacción no es lograr sino dar. Sin embargo, nadie puede dar lo que no ha creado - quizás es más noble dar que recibir, pero hay algo más noble aún: crear.

Si alguien quiere regalar sus riquezas, está bien. Son suyas. Si quiere recaudar dinero para las causas en las que cree, también está bien si los contribuyentes lo hacen de forma voluntaria. Cada ciudadano debe tener la prerrogativa de malgastar su vida si así lo desea, pero no la de otros -- cada ciudadano disfruta de la opción de inmolarse por otro, pero no de imponer esa inmolación a los demás. El desarrollo y fortalecimiento del concepto de individualidad ha sido un tema central en la historia moderna.

Cada individuo debe disfrutar plenamente de su propia jurisdicción dentro de la cual pueda decidir un rumbo de vida con éxitos o fracasos, pero sin la imposición de tener que satisfacer al "bien común".

Nadie al nacer debe estar sujeto a servir involuntariamente a otro. Nadie debe estar comprometido a prestar ayuda a otros sin su completo acuerdo y convencimiento. Esto no exime al ciudadano de sus responsabilidades morales, pero éstas solo se deben asumir con libre albedrio.

Es difícil imaginarse que abunde dentro de la naturaleza humana la tendencia a identificarse con objetivos comunitarios sin la presencia de alguna fuerza impositiva. Pero todavía más fundamental es determinar de antemano si el servicio "a la sociedad" es beneficioso o contraproducente y a quiénes favorece o afecta negativamente.

Entonces debemos retomar la pregunta de ¿qué nos garantiza a cada uno mantenernos en control de nuestra individualidad y poder realizar nuestro potencial como seres humanos siempre dentro de un marco de armonía y respeto por los demás?

Estos objetivos son factibles si disponemos de medios materiales que hemos obtenido mediante nuestro esfuerzo o nos han sido otorgados por la benevolencia de otros. Estos son los dos procedimientos con que cuentan para adquirirlos aquellos individuos que no se abocan a despojar a otros de sus bienes.

Si la toma de decisiones individuales estuviese subyugada al poder de grupos y no dispusiésemos de los medios para expresarnos sin temer por nuestra integridad física, entonces el proceso político por el cual se toman en consideración las opiniones de cada ciudadano se convierte inexorablemente en una quimera. Cada ciudadano debe disfrutar de su individualismo para poder funcionar como ente que participa en la maquinaria política y para esto es indispensable poder disfrutar del dominio de los propios bienes.

Las regulaciones o imposiciones que coarten la individualidad deben ser contrarrestadas en todo momento y esto es solamente posible a la luz de la existencia de la propiedad privada. Esta promueve las bases del libre intercambio, permitiendo así tomar decisiones y ejercer la individualidad como seres humanos.

Pero no nos detengamos solo en considerar la integridad de la individualidad de cada ser humano. Demos un paso más allá y, aún más trascendental, e indaguemos cómo garantizarle a cada ciudadano su propia existencia.

Si las fuentes de supervivencia estuvieran en manos de otros, entonces el derecho a la vida es perecedero y arbitrario ya que obedece a los intereses de aquellos, cualesquiera que estos sean. Mi vida me pertenece y no debe estar a la disposición de nadie. ¡Tampoco la suya! Para garantizar la propia existencia individual y su persistencia es igualmente imperativo disponer de los bienes que la nutran.

No hay duda que hay ciertas acciones que se caracterizan por el grado de bienestar con que contribuyen a las relaciones sociales y a las interacciones del individuo con los demás miembros de la comunidad. Tanto en los ámbitos religiosos como seculares éstas son conocidas como virtudes dentro de los cuales varían su número y denominación.

La mayor parte de los seres humanos demuestran cautela en la conducta a seguir en el manejo de su existencia en cuanto al presente y tienden a prever para el futuro en caso de encarar situaciones inesperadas actuando con prudencia. ¿Pero es posible actuar con prudencia si no disfrutamos de una esfera de jurisdicción propia, personal y única? ¿Como profesar prudencia cuando ahorrar está mal visto o las necesidades futuras serán satisfechas por “la colectividad”??

Si extendemos estas ideas y nos referimos a otras virtudes tales como la honradez, la caridad y la esperanza podemos concluir que el logro de las mismas depende de que poseamos la facultad de expresarnos como individuos y dispongamos de nuestros propios bienes materiales sin que estos puedan ser arrebatados arbitrariamente por otros.

Para que exista el acto de robar es imprescindible que algo sea sustraído de la posesión de otra persona en contra de su voluntad, bien de manera directa o a través de un tercero. Si todo es de todos y nada es de nadie ¿cómo podemos llevar a cabo un robo? ¿Cómo podemos expresar la honradez?

Para poder llegar a sentir la satisfacción de obsequiarle algo al prójimo voluntariamente, es vital detentar la propiedad de tal objeto. Ser generoso conlleva el disfrute de ceder lo que es de uno sin la intervención de una fuerza superior que nos lo imponga.

Mirar hacia el futuro y tener esperanza de alcanzar ciertos logros o mostrar paciencia para afrontar adversidades es posible si disponemos de la facultad de tomar iniciativas que dentro de nuestro juicio nos lleven hacia las metas trazadas o nos liberen de lo que nos acongoja en la actualidad.

Estas iniciativas jamás serán posibles si nos encontramos bajo el tutelaje y el dictamen de quienes al controlar los medios de producción total o parcialmente, nos despojan de nuestra individualidad y nos tratan de subyugar a los "designios de la sociedad".

Por lo tanto, podemos decir con completa confianza que tanto la individualidad del ser humano, la integridad de su vida y el ejercicio de las virtudes requieren de la existencia imprescindible de la propiedad privada.

La ausencia de propiedad privada nos exhibe con toda crudeza las razones por la que los cubanos nacidos y/o criados dentro de la doctrina marxista practican el hurto para su subsistencia, dejan de mostrar prudencia y tratan "de resolver" las necesidades del momento actual sin mirar hacia el futuro, ya que la esperanza de los "logros socialistas" otrora prometidos se viene posponiendo por décadas y el "periodo especial en tiempos de paz" se extiende indefinidamente dando lugar a un futuro muy incierto.

Las enseñanzas y preceptos impartidos tanto por credos religiosos como seglares, presuponen la autonomía del individuo y que pueda escoger las normas de conducta a seguir.

Sin duda las diferentes doctrinas religiosas existentes inculcan un numero de virtudes. Hay que enfatizar que ellas proporcionan enseñanzas virtuosas que pueden ser consideradas como necesarias, pero que no son suficientes. Es indispensable el disfrute de los propios bienes materiales que permiten plasmar nuestra individualidad e iniciativas independientes.

Algunos señalan que en las sociedades desarrolladas se nota que los ciudadanos tienden a ser honrados, muestran responsabilidad por sus actos, hay respeto por la ley y por los derechos de los demás, se trabaja y se ahorra.

Frecuentemente recalcan que a los ciudadanos de los países subdesarrollados les falta el suficiente carácter para cumplir estas virtudes cívicas sin indagar en algún momento a qué se deben esas diferencias.

Todo ciudadano que note que el fruto de su esfuerzo no es respetado se verá en la necesidad de lograr su sustento marginando el respeto por la ley. Todo aquel que observa como sus ahorros son desvalorizados por la elite que "dirige la economía" no tendrá mucho afán de trabajar y ser prudente.

Aquellos que elogian el hecho de que las principales fuentes de riquezas del país se encuentren en manos de la "clase benefactora", donde unos son dueños de todo y casi nadie es dueño de nada, están dejando a la honradez a un lado y la acción de robar carece entonces de culpabilidad.

Si esperamos que cada ciudadano lleve una vida de acuerdo a principios propios es de vital importancia que tenga dominio de los elementos que le permitan regir su vida. La sensación de que hemos hecho algo bueno o malo se deriva de ser uno el dueño de su propia existencia y que ésta no sea prerrogativa de algún otro.

La conducta de los seres humanos en sociedades donde se respeta el resultado del esfuerzo individual no es legislada. Germina y brota como resultado de que cada uno es dueño de su destino y responsable de sus acciones.

Cuando no podemos poseer nuestro hogar, los servicios médicos son conferidos y controlados, la educación es dada y la historia de la nación y el pensamiento a seguir está determinado de antemano, el ser humano ha perdido su característica individual, sus virtudes y la posesión más preciada: su vida.

Si la propiedad privada no nos proporcionase otros beneficios más que los ya expuestos, ellos serían más que necesarios y suficientes para nunca jamás sacrificarla en nombre de algún lema, campaña o derrotero político propuestos por aquellos que se auto titulan "benefactores del pueblo".

Publicado originalmente por Gabriel Gasave el 15 septiembre 2022 | Enlace permanente



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